Don Pedro Téllez-Girón y Velasco Guzmán y Tovar
nació en Osuna el 17 de diciembre de 1574. Hijo de don Juan Téllez-Girón
de Guzmán, II duque de Osuna, viajó hasta Nápoles cuando aún era un
niño. Joven intrépido y aventurero, hábil con la espada y enérgico de
carácter, el heredero de la dinastía se acabó decantando por el oficio
de las armas. Su mayor hito fue la victoria que obtuvo la flota
patrocinada por él mismo frente al cabo de Celidonia, que determinaría
el modo en que se iba a desarrollar la guerra en el mar. ¿Cómo se lo
agradecieron sus compatriotas?
En contra de lo que hubiera sido lógico, la
victoria de los galeones del duque de Osuna en el cabo de Celidonia
señaló el ocaso de su buena estrella en la Corte de Madrid. Al actuar
por su cuenta y riesgo con acciones corsarias contra los intereses de la
República de Venecia, poniendo en peligro el equilibrio estratégico de
fuerzas en Italia y desobedeciendo las órdenes del Consejo de Estado, se
había granjeado la enemistad de importantes personalidades que
conspiraban contra él enemistándolo ante el rey. En este sentido, nunca
fueron tenidas en cuenta las perversas maniobras emprendidas por los
venecianos, uno de los enemigos más peligrosos y taimados a los que
entonces se enfrentaba la Monarquía hispánica.
Inmerso en un
peligroso ambiente de tramas políticas, el duque de Osuna se vio
implicado en la que fue conocida como Conjura de Venecia, oscuro
incidente en el que también se vieron envueltos el marqués de
Villafranca, gobernador de Milán, y el marqués de Bedmar, embajador de
España en Venecia. Supuestamente se trataba de un complot organizado por
las citadas autoridades españolas en Italia que contaba con la
participación de un grupo de mercenarios franceses que debían crear un
clima de inestabilidad y violencia en Venecia que forzase la
intervención militar de España.
Fracasada al ser descubierta, en
realidad se trataba de una conspiración urdida por los propios
venecianos para desprestigiar a sus rivales. A pesar de las sospechas
sobre sus verdaderos instigadores, el escándalo salpicó la reputación
del duque de Osuna.
Sin embargo no fueron los venecianos los que
precipitaron su caída. Los numerosos enemigos del duque en la Corte
difundieron el rumor de que ambicionaba la independencia de Nápoles de
España, denuncia que no se correspondía con la realidad. A pesar de los
esfuerzos que Osuna emprendió en su defensa, Felipe III prestó oídos a
las voces que lo acusaban injustamente.
El fallecimiento del monarca
precipitó los acontecimientos y el duque fue detenido. Enfermo y
abandonado por todos, el 24 de septiembre de 1624, Osuna el Grande o
Pedro el Grande, nombres por los que en su época también fue conocido,
murió en prisión como un vulgar delincuente.
Francisco de Quevedo, que
en su día ejerció como secretario de duque, dedicó unos versos en su
memoria que reflejan con gran acierto la injusticia de la que fue
víctima:
Faltar pudo su patria al grande Osuna,
pero no a su defensa sus hazañas;
diéronle muerte y cárcel las Españas,
de quien él hizo esclava Fortuna.